Aunque parezca difícil de creer, somos intolerantes a muchos alimentos que consumimos de forma cotidiana en nuestro día a día.
Tal es el caso de los lácteos, cereales de consumo como la cebada o el trigo, bebidas refrescantes, azucaradas, proteínas como el huevo, etc.
Una de las señales que puede evidenciar la presencia de una intolerancia alimentaria, radica en el intestino.
Éste se convierte en la puerta de entrada de los alimentos hacia nuestro organismo y la irritación de su mucosa, puede dar lugar a digestión pesada, gases, intestino irritable...
Al final, el signo que tú como paciente puedes notar, es bien sencillo: digestiones muy lentas y pesadas frente a esos alimentos.
En ocasiones, se puede acompañar de reacciones en la piel como dermatitis, rojeces o urticarias, sin que haya una enfermedad de base. Las migrañas inespecíficas también pueden ser frecuentes.
Pues bien, el objetivo del test de intolerancia alimentaria consiste en buscar alternativas a aquellas comidas, que en principio, según los signos antes descritos, parece que no nos sientan bien.
Sustituir una leche de vaca por una de soja, por ejemplo, puede mejorar tu calidad de vida y no solo eso, sino repercutir positivamente frente al envejecimiento de tu salud.
El test de intolerancia alimentaria que aplicamos en nuestra consulta, permite detectar la suma de pequeñas cantidades de intolerancia a distintos alimentos. Y es que, cuando todos ellos se presentan de forma conjunta, los problemas digestivos son evidentes.
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